jueves, 4 de mayo de 2017

Una Carta para mi padre



Querido padre:


Te escribo esta carta porque durante mucho tiempo he venido acumulando preguntas, dudas y sentimientos frente a tu ausencia reiterativa.
La escribo a nombre propio, aunque creo que mi mamá bien podría firmarla sin objetar un punto ni una coma.

Crecí y no te diste cuenta. Ahora estoy en capacidad de abrir los viejos baúles de mi memoria para buscar recuerdos gratos a tu lado y son migajas lo que encuentro. Me lo has dado todo, y te lo agradezco, pero me has privado de tu presencia y no lo entiendo. Muchas veces he pensado que no me quieres, aunque mi mamá diga que sí. En el fondo estoy convencido/a de que ella también siente que no la quieres. Y tampoco estoy seguro/a de que nosotros te queremos. ¿Cómo querer a quien nunca está? ¿Cómo se gana nuestro respeto y reconocimiento alguien que jamás come en la mesa con su familia?

No estabas ahí cuando empecé a balbucear mis primeras palabras. Nunca me viste caer en mis intentos por aprender a caminar, ni cuando empecé a perder mis dientes de leche.

El ratón Pérez, en cambio, dejó un regalo muy generoso debajo de mi almohada. Mientras mis amigos de la escuela tenían papá, yo tenía los juguetes más costosos.

Siempre estabas muy ocupado para "perder" el tiempo en una reunión del colegio. Si me iba bien o mal no era de tu incumbencia, sólo te preocupaba que la mensualidad estuviera al día. Mucho menos sabes de mis miedos, angustias y dolores, amores y decepciones. Sueles darlo todo, menos afecto y compañía.

Por mucho tiempo pensé que tenías otra familia alterna, pero luego descubrí que no, que simplemente eras una máquina de hacer dinero. Te has concentrado de tal modo en el trabajo que esposa, hijo, padres, hermanos y amigos fueron a dar al último renglón de tus intereses, como los trebejos que van al cuarto del rebujo y un día salen, inexorablemente, en las bolsas de basura.

Aunque en tus justificaciones digas que lo haces por nosotros, perdiste el norte. En tu afán por lograr el éxito, el poder y el dinero, ya suficientemente atesorados en el bolsillo de tu saco, detrás de tu corbata se adivina un hombre con tendencia marcada al rotundo fracaso personal.

Nunca vamos a recuperar el tiempo perdido, pero aún podremos disfrutar el que nos queda. Aunque creo que preferirías morirte antes que jubilarte, te invito a reconciliarte con la grandeza de lo sencillo, con una caminada matutina, sin la premura de una reunión que por no hacerse el mundo no se detendrá, o con una lectura amena al declinar el día.
Espero que entiendas mis querellas pero......

No quiero que salgas de una sala de juntas, para una de velación.


Este tema es pa reflexionar.

Bien lo dijo Aristóteles: "La riqueza consiste mucho más en el disfrute que en la posesión". Pero hay quienes lo olvidan.
¿O será que lo ignoran?.


"""La adicción al trabajo es más frecuente de lo que pensamos. Y no sólo es socialmente aceptada sino que resulta ser muy respetada, pese a que es una fuente de dolores, angustias, soledades y tristezas que pueden producir una hecatombe para la familia del trabajólico, como se llaman quienes la padecen""".

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