domingo, 24 de septiembre de 2017

Un ciego con luz



Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida.


La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella.
En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce. 

Se da cuenta de que es Manuel, el ciego del pueblo. Entonces, le dice:
-¿Qué haces Manuel, tú ciego, con una lámpara en la mano?
Si tú no ves...

Entonces, el ciego le responde:

- Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mi...
No solo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella.

Cada uno de nosotros puede alumbrar el camino para uno y para que sea visto por otros, aunque uno aparentemente no lo necesite. 

Alumbrar el camino de los otros no es tarea fácil...Muchas veces en vez de alumbrar oscurecemos mucho más el camino de los demás...¿Cómo? A través del desaliento, la crítica, el egoísmo, el desamor, el odio, el resentimiento...


¡Qué hermoso sería si todos ilumináramos los caminos de los demás!
Sin fijarnos si lo necesitan o no... Llevar luz y no oscuridad...
Si toda la gente encendiera una luz el mundo entero estaría iluminado y brillaría día a día con mayor intensidad... 

Todos pasamos por situaciones difíciles a veces... todos sentimos el peso del dolor en determinados momentos de nuestras vidas... todos sufrimos en algunos momentos... lloramos en otros...

Pero no debemos proyectar nuestro dolor cuando alguien desesperado busca ayuda en nosotros...
No debemos exclamar como es costumbre: -La vida es así... llenos de rencor, llenos de odio...
No debemos...Al contrario: ayudemos a los demás sembrando esperanza en ese corazón herido...
Nuestro dolor es y fue importante pero se minimiza si ayudamos a otros a soportarlo, si ayudamos a otro a sobrellevarlo... luz... demos luz... Tenemos en el alma el motor que enciende cualquier lámpara, la energía que permite iluminar en vez de oscurecer...
Está en nosotros saber usarla...Está en nosotros ser Luz y no permitir que los demás vivan en las tinieblas...


domingo, 10 de septiembre de 2017

Zapatos para estar con Jesús



Sólo faltaban cinco días para la Navidad. Aún no me había atrapado el espíritu de estas fiestas. Los estacionamientos llenos, y dentro de las tiendas, el caos era mayor. No se podía ni caminar por los pasillos. ¿Por qué vine hoy?, me pregunté.

Me dolían los pies lo mismo que mi cabeza. En mi lista estaban los nombres de personas que decían no querer nada, pero yo sabía que si no les compraba algo se resentirían. Llené rápidamente mi carrito con compras de último minuto y me dirigí a las colas de las cajas registradoras. Escogí la más corta, calculé que serían por lo menos 20 minutos de espera.

Frente a mí había dos niños, uno de 10 años y su hermana de 5. Él iba mal vestido con un abrigo raído, zapatos deportivos muy grandes, probablemente 3 tallas más grande. Los jeans le quedaban cortos. Llevaba en sus sucias manos unos cuantos billetes arrugados. Su hermana iba vestida parecido a él, sólo que su pelo estaba enredado. Ella llevaba un par de zapatos de mujer dorados y resplandecientes.

Los villancicos navideños resonaban por toda la tienda y yo podía escuchar a la niñita tararearlos. Al llegar a la caja registradora, la niña le dio los zapatos cuidadosamente a la cajera, como si se tratara de un tesoro. La cajera les entregó el recibo y dijo: son $16.09. El niño puso sus arrugados billetes en el mostrador y empezó a rebuscarse los bolsillos. Finalmente contó $13.12. Bueno, creo que tendremos que devolverlos, volveremos otro día y los compraremos, añadió. Ante esto la niña dibujó un puchero en su rostro y dijo: "Pero a Jesús le hubieran encantado estos zapatos". Volveremos a casa trabajaremos un poco más y regresaremos por ellos. No llores, vamos a volver.

Sin tardar, yo le completé los tres dólares que faltaban a la cajera. Ellos habían estado esperando en la cola durate un buen rato y después de todo, era Navidad. Y en eso un par de bracitos me rodearon con un tierno abrazo y una voz me dijo, muchas gracias señor.

Aproveché la oportunidad para preguntarle qué había querido decir cuando dijo que a Jesús le encantarían esos zapatos. Y la niña, con sus grandes ojos redondos, me respondió:

"Mi mamá está enferma y yéndose al cielo. Mi papá nos dijo que se iría antes de Navidad para estar con Jesús. Mi maestra de catecismo dice que las calles del cielo son de oro reluciente tal como estos zapatos. ¿No se le verá a mi mamá hermosa caminando por esas calles con estos zapatos?"

Mis ojos se inundaron al ver una lágrima bajar por su rostro radiante. Por supuesto que sí, le respondí. Y en silencio, le di gracias a Dios por usar a estos niños para recordarme el verdadero valor de las cosas.


La necesidad de Dios



Me llamaron para visitarlo en su casa. Era un caso distinto a todos los demás. Se llama... no importa el nombre, sí es vital su historia. No es la historia de todos pero sí de muchos. No es fácil mirar al futuro teniendo 23 años y una columna vertebral partida en mil pedazos...

Me llamaron para visitar a un joven que hacía un año había tenido un grave accidente. No salía de su casa y es por ello que yo me acerqué a verlo.

Me esperaba en su sala de estar, una casa espaciosa, con un bien cuidado jardín a la entrada. El silencio que allí reinaba era sepulcral. Nadie hablaba. La luz entraba tenue por entre las cortinas que, entreabiertas, daban la visión de otro jardín, enorme, con árboles y flores, con piscina y una cancha de tenis bien cuidada. En medio de la sala un joven fortachón, pelo largo, ojos apagados, sentado en una silla de ruedas, me miró. Intentó sonreír, pero no pudo.

"Juan -me dijo- ¿para qué mi colegio, mi universidad, mis inicios de postgrado en Inglaterra?¿Para qué mis clases de fútbol, de ajedrez? Nunca me prepararon para caerme de una moto y quedar inválido. Mis padres me decían: "Tenemos un hijo que va a ser nuestro orgullo. Tú serás el continuador de mi imperio y tú serás temido entre mis competidores, porque yo te estoy preparando para ser un triunfador" Tenía todo...me faltaba una moto, también la tuve. La mejor: 750 centímetros cúbicos. ¡Una bala! Tuve la moto y con ello lo creí tener todo...Nunca tuve a Dios. No lo necesitaba. No estaba en mis planes ni en los planes de mi padre. Nuestra ruta era la del triunfo, no quedaba de camino Dios.

Un día había llovido toda la noche. La pista estaba mojada. Yo quise arriesgar y vivir el límite de mis posibilidades, pero la moto rodó por el asfalto y yo me golpeé contra el suelo. Mi columna se partió en cien pedazos. Meses de hospital, recuperaciones, futuro incierto. Nunca me prepararon para esto. Se olvidaron y me olvidé de mi alma. Díselo tú a la gente. A mí no me van a creer. Simplemente descríbeme y mi imagen es la más clara necesidad de Dios.

Para ser un triunfador en la vida, hay que empezar, seguir y terminar en Dios. Sólo así, con un espíritu fortalecido en la fe, podrás sentirte un hombre triunfador.

Quise contarte retazos de un cuadro de la vida. Amigo lector, tú serás ahora quien le dé color, luz e imagen. Las fuerzas están en tus manos. De ellas sacarás la imagen que tú quieras y que, por supuesto, más necesites.

Uno hace una casa para que cuando llueva no nos mojemos. Hacemos una casa para construir un hogar y, cuando llueva, si llegara a llover, tendremos dónde resguardarnos. Uno no tiene a Dios en su alma para cuando tengas un accidente, o tengas un cáncer, o te despidan del trabajo...No. Tienes a Dios para ser feliz y, si te pasa algo, Él te resguarda del peligro.

Gracias por llegar hasta aquí. ¡Que Dios nos bendiga!

El corazón perfecto



Un día un hombre joven se situó en el centro de un poblado y proclamó que él poseía el corazón más hermoso de toda la comarca.

Una gran multitud se congregó a su alrededor y todos admiraron y confirmaron que su corazón era perfecto, pues no se observaban en él ni máculas ni rasguños. Sí, coincidieron todos que era el corazón más hermoso que habían visto. Al verse admirado, el joven se sintió más orgulloso aún, y con mayor fervor aseguró poseer el corazón más hermoso de todo el vasto lugar. De pronto, un anciano se acercó y dijo: ¿Por qué dices eso, si tu corazón no es ni aproximadamente tan hermoso como el mío?

Sorprendidos, la multitud y el joven miraron el corazón del viejo y vieron que, si bien latía vigorosamente, éste estaba cubierto de cicatrices y hasta había zonas donde faltaban trozos y éstos habían sido reemplazados por otros que no encastraban perfectamente en el lugar, pues se veían bordes y aristas irregulares en su derredor. Es más, había lugares con huecos, donde faltaban trozos profundos.

La mirada de la gente se sobrecogió - "¿Cómo puede él decir que su corazón es más hermoso?", pensaron ...

El joven contempló el corazón del anciano y al ver su estado desgarbado, se echó a reír.

"Debes estar bromeando," dijo. "Compara tu corazón con el mío... El mío es perfecto. En cambio el tuyo es un conjunto de cicatrices y dolor.

"Es cierto," dijo el anciano ", tu corazón luce perfecto, pero yo jamás me involucraría contigo... Mira, cada cicatriz representa una persona a la cual entregué todo mi amor. Arranqué trozos de mi corazón para entregárselos a cada uno de aquellos que he amado. Muchos a su vez, me han obsequiado un trozo del suyo, que he colocado en el lugar que quedó abierto. Como las piezas no eran iguales, quedaron los bordes por los cuales me alegro, porque al poseerlos me recuerdan el amor que hemos compartido. "Hubo oportunidades, en las cuales entregué un trozo de mi corazón a alguien, pero esa persona no me ofreció un poco del suyo a cambio. De ahí quedaron los huecos. Dar amor es arriesgar, pero a pesar del dolor que esas heridas me producen al haber quedado abiertas, me recuerdan que los sigo amando y alimentan la esperanza, que algún día -tal vez- regresen y llenen el vacío que han dejado en mi corazón." ¿Comprendes ahora lo que es verdaderamente hermoso?"


El joven permaneció en silencio. Varias lágrimas corrían por sus mejillas. Se acercó al anciano, arrancó un trozo de su hermoso y joven corazón y se lo ofreció. El anciano lo recibió y lo colocó en su corazón, luego a su vez arrancó un trozo del suyo, ya viejo y maltrecho, y con él tapó la herida abierta del joven. La pieza se amoldó, pero no a la perfección. Al no haber sido idénticos los trozos, se notaban los bordes. El joven miró su corazón que ya no era perfecto, pero lucía mucho más hermoso que antes, porque el amor del anciano fluía en su interior.

El Collar de Perlas



Teresa era una linda niña de cinco años de ojos relucientes. Un día mientras ella con su mamá visitaban la tienda, Teresa vio un collar de perlas de plástico que costaba 2.50 dólares. ¡Cuánto deseaba poseerlo! Preguntó a su mamá si se lo compraría, y su mamá le dijo: Hagamos un trato, yo te compraré el collar y cuando lleguemos a casa haremos una lista de tareas que podrás realizar para pagar el collar, ¿está bien? Teresa estuvo de acuerdo, y su mamá le compró el collar de perlas.

Teresa trabajó con tesón todos los días para cumplir con sus tareas. En poco tiempo Teresa canceló su deuda. ¡Teresa amaba sus perlas! Ella las llevaba puestas a todas partes: al kinder, a la cama, y cuando salía con su mamá.

Teresa tenía un padre que la quería muchísimo. Cuando Teresa iba a su cama, él se levantaba de su sillón favorito para leerle su cuento preferido. Una noche, cuando terminó el cuento, le dijo: "Teresa, ¿tú me quieres?", "¡OH!, sí papá". "Entonces, regálame tus perlas," le pidió él. "¡OH, papá! No mis perlas," dijo Teresa. "Pero te doy a Rosita, mi muñeca favorita. ¿La recuerdas?, tú me la regalaste el año pasado para mi cumpleaños. Y te doy su ajuar también, ¿está bien, papá?", "¡OH!, no hijita, está bien, no importa", dándole un beso en la mejilla. "Buenas noches, pequeña".

Una semana después, nuevamente su papá le preguntó al terminar el diario cuento: "Teresa, ¿tú me quieres?", "¡OH, sí papá, ¡tú sabes que te quiero!", le dijo ella. "Entonces regálame tus perlas". "¡OH, papá! No mis perlas; pero te doy a Lazos, mi caballo de juguete. Es mi favorito, su pelo es tan suave y tú puedes jugar con él y hacerle trencitas". "¡OH!, no hijita, está bien," le dijo su papá en la mejilla, "Felices sueños."

Algunos días después, cuando el papá de Teresa entró a su dormitorio para leerle un cuento, Teresa estaba sentada en su cama y le temblaban los labios. "Toma papá" dijo, y estiró su mano. La abrió y en su interior estaba su tan querido collar, el cual entregó a su padre. Con una mano él tomó las perlas de plástico y con la otra extrajo de su bolsillo una cajita de terciopelo azul. Dentro de la cajita había unas hermosas perlas genuinas. Él las había tenido todo este tiempo, esperando que Teresa renunciara a la baratija para poder darle la pieza de valor.

Y así es también con nuestro Padre Celestial. Él está esperando que renunciemos a las cosas sin valor en nuestras vidas para darnos preciosos tesoros. ¿No es bueno el Señor? Esto me hace pensar las cosas a las cuales me aferro y me pregunto: ¿qué es lo que Dios me quiere dar en su lugar?



Y a ti... ¿QUÉ TE DICE el Señor?:

"En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando hagáis oración no habléis mucho, como los paganos, que se imaginan que a fuerza de mucho hablar, serán escuchados. No los imitéis, porque el Padre sabe lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.

Del Evangelio Según San Mateo 6, 7-8

La media Cobija



Don Roque era ya un anciano cuando murió su esposa. Durante largos años había trabajado con ahínco para sacar adelante a su familia.

Su mayor deseo era ver a su hijo convertido en un hombre de bien, respetado por los demás, ya que para lograrlo dedicó su vida y su escasa fortuna.

A los 70 años, Don Roque se encontraba sin fuerzas, sin esperanzas, solo lleno de recuerdos. Esperaba que su hijo, brillante profesional, le ofreciera su apoyo y comprensión, pero veía pasar los días sin que éste apareciera y decidió por primera vez en su vida pedir un favor a su hijo.

Don Roque tocó la puerta de la casa donde vivía su hijo con su familia.

-¡Hola papá! ¡Que milagro que vienes por aquí!
- Ya sabes que no me gusta molestarte, pero me siento muy solo, además estoy cansado y viejo.
- Pues a nosotros, nos da mucho gusto que vengas a visitarnos, ya sabes que esta es tu casa.
- Gracias hijo, sabía que podía contar contigo, pero temía ser un estorbo.
- Entonces ¿no te molestaría que me quedara a vivir con vosotros? ¡Me siento tan solo!
-¿Quedarte a vivir aquí?, sí…..claro……pero no sé si estarías a gusto. Tú sabes, la casa es chica, mi esposa es muy especial…..y luego los niños….
- Mira hijo, si te causo muchas molestias olvídalo, no te preocupes por mí, alguien me tenderá la mano.
- No padre, no es eso, solo que…, no se me ocurre dónde podrías dormir. No puedo sacar a nadie de su cuarto, mis hijos no me lo perdonarían…,¡A no ser que te moleste dormir en el patio!
- Dormir en el patio está bien.
- El hijo de Don Roque llamó a su hijo Luis de 12 años.
- Dime papá.
Mira hijo, tu abuelo se quedará a vivir con nosotros. Tráele una cobija para que se tape en la noche.
- Sí, con gusto…¿y donde va a dormir?
-En el patio, no quiere que nos incomodemos por su culpa.

Luis subió por la cobija, tomó unas tijeras y la cortó en dos. En ese momento llegó su padre.
-¿Que haces Luis?, ¿porque cortas la cobija de tu abuelo?
- Sabes papá, estaba pensando…..
-¿Pensando en qué?
- En guardar la mitad de la manta para cuando tú seas viejo y vayas a vivir a mi casa.


No te pude esperar



Una vez un hombre muy afortunado había conseguido la mejor entrevista de su vida: Iba a entrevistar ni más ni menos que a Dios.


Esa tarde el hombre llegó a su casa dos horas antes, se arregló con sus mejores ropas, lavó su automóvil e inmediatamente salió de su hogar.

Maniobró por la avenida principal rumbo a su cita, pero en el trayecto cayó un chubasco que produjo un embotellamiento de tránsito y quedó parado. El tiempo transcurría, eran las 7:30 y la cita era a las 8:00 p.m.


Repentinamente le tocaron el cristal de la ventanilla y al girarse vio a un chiquillo de unos nueve años ofreciéndole su cajita llena de chicles (goma de mascar). El hombre sacó algún dinero de su bolsillo y cuando lo iba a entregar al niño ya no lo encontró. Miró hacia el suelo y ahí estaba, en medio de un ataque de epilepsia.

El hombre abrió la portezuela e introdujo al niño como pudo al automóvil. Inmediatamente buscó como salir del embotellamiento y lo logró, dirigiéndose al hospital de la Cruz Roja más cercano. Ahí entregó al niño, y después de pedir que lo atendiesen de la mejor forma posible, se disculpó con el doctor y salió corriendo para tratar de llegar a su cita con Dios.

Sin embargo, el hombre llegó 10 minutos tarde y Dios ya no estaba. El hombre se ofendió y le reclamó al cielo: "Dios mío, pero tú te diste cuenta, no llegué a tiempo por el niño, no me pudiste esperar. ¿Qué significan 10 minutos para un ser eterno como tú?".

Desconsolado se quedó sentado en su automóvil; de pronto lo deslumbró una luz y vio en ella la carita del niño a quien auxilió. Vestía el mismo suetercito deshilachado, pero ahora tenía el rostro iluminado de bondad.

El hombre, entonces, escuchó en su interior una voz: - Hijo mío, no te pude esperar... y salí a tu encuentro.

La familia



Tropecé con un extraño que pasaba y le pedí perdón. Él contestó: Discúlpeme por favor; no lo vi. Fuimos muy educados, seguimos nuestro camino, nos despedimos; pero en casa es otra historia al tratar a los nuestros, ancianos o jóvenes.

Más tarde, al estar cocinando, estaba mi hijo muy cerca de mí. Al girarme, casi le pego. "¡Quítate!", le espeté. Él se retiró dolido, sin que yo notara lo duro que le hablé.

Al acostarme Dios me dijo suavemente: "Trataste al extraño cortésmente, pero fuiste brusca con el niño que amas. Ve a la cocina y encontrarás unas flores en el piso, cerca de la puerta. Son las flores que cortó y te trajo. Amarillas, rosas y una azul. Estaba calladito para darte la sorpresa y no viste las lágrimas que llenaron sus ojos." Me sentí miserable y empecé a llorar.

Suavemente me acerqué y me arrodillé junto a su cama y le dije:
"¡Despierta pequeño, despierta!". ¿Son éstas las flores que cortaste para mí? Él sonrió.

-"Las encontré junto al árbol. Las tomé porque son bonitas como tú, en especial la azul."

-"Hijo, siento mucho lo que hice, no te debí gritar".

Él contestó, "Está bien mami. Yo te quiero de todos modos."

-"Yo también te quiero y me gustan las flores, especialmente la azul".

Toma en cuenta que si morimos mañana, en cosa de días la empresa cubre el puesto; pero la familia que dejamos sentirá la pérdida por el resto de su vida. Piensa en ello, nos entregamos más al trabajo que a nuestra familia....¿No crees que es una inversión poco inteligente?.

Ten en cuenta siempre lo que dijo el Papa Francisco sobre la familia: "Tener un lugar a donde ir, se llama Hogar. Tener personas a quienes amar, se llama Familia y tener ambas, se llama Bendición"

El bordado de Dios



Cuando yo era pequeño, mi mamá solía coser mucho. Yo me sentaba cerca de ella y le preguntaba qué estaba haciendo. Ella me respondía que estaba bordando.

Yo observaba el trabajo de mi mamá desde una posición más baja que donde estaba sentada ella, así que siempre me quejaba diciéndole que desde mi punto de vista lo que estaba haciendo me parecía muy confuso.

Ella me sonreía, miraba hacia abajo y gentilmente me decía:

"Hijo, ve afuera a jugar un rato y cuando haya terminado mi bordado te pondré sobre mi regazo y te dejaré verlo desde mi posición" .

Me preguntaba por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y por qué me parecían tan desordenados desde donde yo estaba. Unos minutos más tarde escuchaba la voz de mi mamá diciéndome: "Hijo, ven y siéntate en mi regazo."

Yo lo hacía de inmediato y me sorprendía y emocionaba al ver la hermosa flor o el bello atardecer en el bordado. No podía creerlo; desde abajo se veía tan confuso.

Entonces mi mamá me decía: "Hijo mío, desde abajo se veía confuso y desordenado, pero no te dabas cuenta de que había un plan arriba.

Había un diseño, solo lo estaba siguiendo. Ahora míralo desde mi posición y sabrás lo que estaba haciendo."

Muchas veces a lo largo de los años he mirado al Cielo y he dicho: "Padre, ¿qué estás haciendo?

Él responde: "Estoy bordando tu vida."

Entonces yo le replico: "Pero se ve tan confuso, es un desorden. Los hilos parecen tan oscuros, ¿por qué no son más brillantes?"

El Padre parecía decirme: "Mi niño, ocúpate de tu trabajo y no hagas el mío. Un día te traeré al Cielo y te pondré sobre mi regazo y verás el plan desde mi posición. Entonces entenderás" .



Escalones hacia la felicidad



No puedes ser todo para todas las personas.

No puedes hacer todas las cosas al mismo tiempo.
No puedes hacer todas las cosas igual de bien.
No puedes hacer todas las cosas mejor de lo que lo hacen los demás, tú las haces a tu manera.

Tu humanidad se hace presente como en el resto de la gente.
Así que:


Debes buscar dentro de ti quién eres, y ser ése.
Debes decidir las prioridades, y cumplirlas.
Debes encontrar tu fuerza y usarla.
Debes aprender a no competir con los demás

Por lo tanto:
Habrás aprendido a aceptar que eres único.
Habrás aprendido a fijar las prioridades y a tomar decisiones.
Habrás aprendido a vivir con tus limitaciones.
Habrás aprendido a respetarte.
Y serás un mortal más vital.

Atrévete a creer:
Que eres una persona maravillosa e irrepetible.
Que más que un derecho, es tu tarea encomendada ser quien eres.
Que la vida no es un problema a resolver, sino un regalo de Dios que disfrutar.
De esta forma podrás sobreponerte y disfrutar de las cosas que antes te deprimían.

Hubo un momento



Hubo un momento en el que creías que la tristeza sería eterna... pero volviste a sorprenderte a ti mismo riendo sin parar.

Hubo un momento en el que dejaste de creer en el amor y luego... apareció esa persona y no pudiste dejar de amarla cada día más.

Hubo un momento en el que la amistad parecía no existir... y conociste a ese amigo/a que te hizo reír y llorar, en los mejores y en los peores momentos.

Hubo un momento en el que estabas seguro que la comunicación con alguien se había perdido... y fue luego cuando el cartero visitó el buzón de tu casa.

Hubo un momento en el que una pelea prometía ser eterna... y sin dejarte ni siquiera entristecerte terminó en un abrazo.

Hubo un momento en que un examen parecía imposible de pasar... y hoy es un examen más que aprobaste en tu carrera.

Hubo un momento en el que dudaste de encontrar un buen trabajo... y hoy puedes darte el lujo de ahorrar para el futuro.

Hubo un momento en el que sentiste que no podrías hacer algo... y hoy te sorprendes a ti mismo haciéndolo.

Hubo un momento en el que creíste que nadie podía comprenderte... y te quedaste boquiabierto mientras alguien parecía leer tu corazón.

Así como hubo momentos en que la vida cambió en un instante, nunca olvides que aún habrá momentos en que lo imposible se tornará un sueño hecho realidad. Pídele por ello al Señor.

Nunca dejes de soñar, porque soñar es el principio de un sueño hecho realidad.

¡QUE LA DISTANCIA A TUS METAS SEA LA MISMA QUE EXISTE ENTRE DIOS Y TU CORAZÓN!