jueves, 21 de noviembre de 2019

20 reglas de vida


El Instituto Francés de Ansiedad y Estrés, en París, trazó veinte reglas de vida que dicen los expertos que si consigue asimilar diez de ellas, con seguridad aprenderá a vivir con calidad interna:

1) Haga una pausa de 10 minutos por cada 2 horas de trabajo, a lo máximo. Repita estas pausas en su vida diaria y piense en usted, analizando sus actitudes.

2) APRENDA a DECIR NO, sin sentirse culpable, o creer que lastima a alguien. Querer agradar a todos es un desgaste enorme, además de imposible.

3) PLANEE su día, pero deje siempre un buen espacio para cualquier imprevisto, consciente de que no todo depende de usted.

4) CONCÉNTRESE en apenas una tarea a la vez. Por mas ágil que sean sus cuadros mentales, usted se cansa.

5) OLVÍDESE de una vez por todas que usted es indispensable en el trabajo, casa o grupo habitual. Por más que eso le desagrade, todo camina sin su actuación, a no ser usted mismo.

6) DEJE de sentirse responsable por el placer de los otros. Usted no es la fuente de los deseos, ni el eterno maestro de ceremonia.

7) PIDA AYUDA siempre que sea necesario, teniendo el buen sentido de pedírsela a las personas correctas.

8) SEPARE problemas reales de los imaginarios y elimínelos, porque son pérdida de tiempo y ocupan un espacio mental precioso para cosas más importantes.

9) INTENTE descubrir el placer de cosas cotidianas como dormir, comer y pasear, sin creer que es lo máximo que puede conseguir en la vida.

10) EVITE envolverse en ansiedades y tensiones ajenas, en lo que se refiere a ansiedad y tensión. Espere un poco y después retorne al diálogo y a la acción.

11) SU FAMILIA NO es usted, está junto a usted, compone su mundo pero no es su propia identidad.

12) COMPRENDA qué principios y convicciones inflexibles pueden ser un gran peso que evite el movimiento y la búsqueda.

13) ES NECESARIO tener siempre a alguien a quien le pueda confiar y hablar abiertamente. No sirve de nada si está lejos.

14) CONOZCA la hora acertada de salir de una cena, levantarse del palco y dejar una reunión. Nunca pierda el sentido de la importancia sutil de salir a la hora correcta.

15) NO QUIERA saber si hablaron mal de usted, ni se atormente con esa basura mental. Escuche lo que hablaron bien de usted, con reserva analítica, sin creérselo todo.

16) COMPETIR en momentos de diversión, trabajo y vida entre pareja, es ideal para quien quiere quedar cansado o perder la mejor parte.

17) La RIGIDEZ es buena en las piedras pero no en los seres humanos.

18) Una hora de INMENSO PLACER sustituye, con tranquilidad, tres horas de sueño perdido. El placer recompensa más que el sueño. Por eso, no pierda una buena oportunidad de divertirse.

19) NO ABANDONE sus tres grandes e invaluables amigas. Intuición, Inocencia y Fe.

20) ENTIENDA de una vez por todas, definitivamente y en conclusión que Usted ES LO QUE USTED HAGA de USTED MISMO.



Piense… Reflexione… Practique…
¡¡¡Que todo sea para el bien mayor!!!


(INSTITUTO FRANCÉS DE LA ANSIEDAD Y EL ESTRÉS)
 
 

viernes, 3 de mayo de 2019

Juanija Lagartija


Juanija Lagartija vivía entre unas piedras en el campo. Como a todas las lagartijas, le encantaba tomar tranquilamente el sol sobre una gran roca plana. Allí se quedaba tan a gustito, que más de una vez había llegado a dormirse, y eso fue lo que pasó el día que perdió su rabito: unos niños la atraparon, y Juanija sólo pudo soltarse perdiendo su rabo y corriendo a esconderse.

Asustada oyó como aquellos niños reían al ver cómo seguía moviéndose el rabito sin la lagartija, y terminaban tirándolo al campo después de un ratito. La lagartija comenzó entonces a buscarlo por toda la zona, dispuesta a recuperarlo como fuera para volver a colocarlo en su sitio. Pero aquel campo era muy grande, y por mucho que buscaba, no encontraba ni rastro de su rabito. Juanija dejó todo para poder buscarlo, olvidando su casa, sus juegos y sus amigos, pero pasaban los días y los meses, y Juanija seguía buscando, preguntando a cuantos encontraba en su camino.

Un día, uno aquellos a quienes preguntó respondió extrañado "¿Y para qué quieres tener dos rabos?". Juanija se dio la vuelta y descubrió que después de tanto tiempo le había crecido un nuevo rabito, incluso más fuerte y divertido que el anterior. Entonces comprendió que había sido una totería dedicar tanto tiempo a lo que ya no tenía remedio, y decidió darse la vuelta y volver a casa.

Pero de vuelta a sus rocas, precisamente encontró su rabito al lado del camino. Estaba seco y polvoriento, y tenía un aspecto muy feo. Alegre, después de haber dedicado tanto tiempo a buscarlo, Juanija cargó con él y siguió su camino. Se cruzó entonces con un sapo, que sorprendido le dijo:

- ¿Por qué cargas con un rabo tan horrible y viejo, teniendo uno tan bonito?
- He estado meses buscándolo - respondió la lagartija.
- ¿De verdad has estado meses buscando algo tan feo y sucio? -siguió el sapo.
- Bueno - se, excusó Juanija- antes no era tan feo...
- Mmm, pero ahora sí lo es, ¿no?... ¡qué raras sois las lagartijas! -dijo el sapo antes de largarse dando saltos

El sapo tenía razón. Juanija seguía pensando en su rabito como si fuera el de siempre, pero la verdad es que ahora daba un poco de asco. Entonces la lagartija comprendió todo, y decidió dejarlo allí abandonado, dejando con él todas sus preocupaciones del pasado; y sólo se llevó de allí un montón de ilusiones para el futuro.

martes, 24 de abril de 2018

La Sopa de Piedra



Cierto día, llegó a un pueblo un hombre y pidió por las casas para comer, pero la gente le decía que no tenían nada para darle. Al ver que no conseguía su objetivo, cambió de estrategia. Llamó a la casa de una mujer para que le diese algo de comer. 

- "Buenas tardes, Señora. ¿Me da algo para comer, por favor?"

- "Lo siento, pero en este momento no tengo nada en casa", dijo ella.

- "No se preocupe - dijo amablemente el extraño -, tengo una piedra en mi mochila con la que podría hacer una sopa. Si Ud. me permitiera ponerla en una olla de agua hirviendo, yo haría la mejor sopa del mundo.

- ¿Con una piedra va a hacer Ud. una sopa? ¡Me está tomando el pelo!

- En absoluto, Señora, se lo prometo. Deme un puchero muy grande, por favor, y se lo demostraré”

La mujer buscó la olla más grande y la colocó en mitad de la plaza. El extraño preparó el fuego y colocaron la olla con agua. Cuando el agua empezó a hervir ya estaba todo el vecindario en torno a aquel extraño que, tras dejar caer la piedra en el agua, probó una cucharada exclamando: 
- ¡Deliciosa! Lo único que necesita son unas patatas". 

Una mujer se ofreció de inmediato para traerlas de su casa. El hombre probó de nuevo la sopa, que ya sabía mucho mejor, pero echó en falta un poco de carne. 

Otra mujer voluntaria corrió a su casa a buscarla. Y con el mismo entusiasmo y curiosidad se repitió la escena al pedir unas verduras y sal. Por fin pidió: "¡Platos para todo el mundo!". 

La gente fue a sus casas a buscarlos y hasta trajeron pan y frutas. Luego se sentaron todos a disfrutar de la espléndida comida, sintiéndose extrañamente felices de compartir, por primera vez, su comida. 

Y aquel hombre extraño desapareció dejándoles la milagrosa piedra, que podrían usar siempre que quisieran hacer la más deliciosa sopa del mundo.


Moraleja: Con la cooperación se alcanzan resultados notables, aun cuando se parta de contribuciones pequeñas, o incluso insignificantes. Esta es la fuerza milagrosa que tiene el COMPARTIR. Cada uno podemos poner alguna de nuestras virtudes al servicio de los demás y el resultado puede ser espectacular.



domingo, 5 de noviembre de 2017

El racimo de uvas



Un día llamaron a la puerta de un convento, y abrió el hermano portero llamado Pedro. Este vio con asombro que un hortelano de las tierras de al lado le entregaba un hermoso racimo de uvas tan grande que le causó admiración, diciéndole:

-Hermano: te regalo este racimo de uvas en agradecimiento por la buena atención que me prestas cada vez que vengo al convento-.

Sin pensarlo dos veces el hermano portero le dio las gracias por tan precioso regalo y le dijo que no tardarían mucho en dar cuenta de él.

Apenas salió el hortelano del convento, Pedro lavó el racimo y lo dejó escurrir en un clavo que había colgado en la pared, mirándolo con alegría por el gran festín que le esperaba. En el convento, había un hermano enfermo que no gustaba de comer nada, debido a su enfermedad. Pedro pensó que sería una buena obra alegrarle el día a este enfermo y de paso llenarle el estómago, tan necesitado de alimento. Sin pensarlo mucho, descolgó el racimo de uvas y se fue a la enfermería a regalárselo. El enfermo, al ver el racimo abrió los ojos sobresaltado al ver su gran tamaño, y el portero le dijo:

- Hermano Matías, me han regalado este racimo, pero pensando en tu enfermedad y sabiendo que no te apetece comer nada, quizás estas uvas te abran el apetito-. El hermano Matías le agradeció de corazón que se hubiese acordado de él, diciéndole que si se moría le tendría muy presente cuando estuviera en el Cielo con Nuestro Señor.

Pedro le buscó una fuente donde le colocó el racimo para que fuera picando cuando gustara. Dejándolo solo, se fue para la portería pensando en la obra que había hecho por su hermano Matías. El enfermo cogió el racimo como pudo e iba a dar buena cuenta de él, pero pensó que si lo dejaba haría un buen sacrificio para remisión de sus pecados y bien de su alma y decidió no comerlo y dárselo al hermano enfermero, que le atendía con tanta caridad y se desvivía por él por las noches.

Llamó al hermano enfermero y este pensó que le sucedía algo, por la insistencia en que le llamaba.

- Hermano Esteban, me ha traído el hermano Pedro este racimo para que lo degustara pensando en mi enfermedad, pero pensé que, ya que no me entra nada en el estómago y pudiérase que me hiciera daño, he pensado que te lo comas tú, que te portas tan bien conmigo-.

El Hermano Esteban insistía en que intentara comérselo pero cuanto más insistía el enfermero más lo rechazaba el enfermo. Este decidió comérselo en su celda dándole las gracias por tan precioso regalo. Y mientras caminaba hacia su celda, pensó que mejor que comérselo él, se lo daría al Hermano cocinero que bien se esmeraba para que todos lo frailes comieran lo poco que les llegaba de la huerta y de donativos. Bajó a la cocina y encontrándose con Buenaventura, el hermano cocinero, y topándose de bruces con él y el racimo le dijo:

- mira lo que me han regalado, pero te lo regalo a ti para que saborees estas uvas tan hermosas, como hermoso es tu corazón.

El hermano Buenaventura - quitándole importancia a lo que decía, le insistió que se lo diera mejor al prior ya que era tan responsable con la comunidad. Y así fue pasando el racimo de hermano en hermano por todo el convento, hasta que llegó de nuevo a la portería donde el hermano portero, extrañado y perplejo por el suceso decidió que no diera más vueltas el racimo de uvas, y ni corto ni perezoso se lo comió con tal gusto que le parecieron las uvas más sabrosas que jamás hubiera comido.

Cuando miras por el bien de los demás y dejas lo tuyo para ayudar otros, el Señor te lo devuelve colmado y no el 20 ni el 30 sino el ciento por uno.




domingo, 8 de octubre de 2017

El Oasis



Un joven llegó al borde de un oasis contiguo a un pueblo y acercándose a un anciano le preguntó:

-¿Qué clase de persona vive en este lugar?.

-¿Qué clase de persona vive en el lugar de donde tú vienes?, preguntó a su vez el anciano.

-"Oh, un grupo de egoístas y malvados, replicó el joven- estoy encantado de haberme ido de allí".

A lo cual el anciano contestó:

-" Lo mismo vas a encontrar aquí".

Ese mismo día, otro joven se acercó a beber agua al oásis y viendo al anciano, preguntó:

-¿Qué clase de personas viven en este lugar?.

El viejo respondió con la misma pregunta:

-¿Qué clase de personas viven en el lugar de donde tú vienes?.

-"Un magnífico grupo de personas, honestas, amigables, hospitalarias, me duele mucho haberlos dejado".

-"Lo mismo encontrarás aquí", respondió el anciano.

Un hombre que había oído ambas conversaciones preguntó al viejo:

-¿Cómo es posible dar dos respuestas diferentes a la misma pregunta?.

A lo cual el viejo respondió:

-"Cada cual lleva en su corazón el medio ambiente donde vive. Aquel que no encontró nada nuevo en los lugares donde estuvo, no podrá encontrar otra cosa aquí. Aquel que encontró amigos allá, podrá encontrar también amigos aquí, porque a decir verdad, tu actitud mental es lo único en tu vida sobre lo cual puedes mantener control absoluto".

Siempre que tengas una actitud positiva hallarás la verdadera riqueza de la vida. Si miras dentro de tí sabrás que posees una gran fortaleza para entregar y para descubrir todas las cosas buenas en los demás.

¡Pídele al Señor qué siempre encuentres un oasis de paz!


viernes, 6 de octubre de 2017

La segunda oportunidad




Existió alguna vez un hombre muy rico que poseía muchos bienes, una gran estancia, mucho ganado, varios empleados, y un único hijo, su heredero.

Lo que más le gustaba al hijo era hacer fiestas, estar con sus amigos y ser adulado por ellos.

Su padre siempre le advertía que sus amigos solo estarían a su lado mientras él tuviese algo que ofrecerles; después, lo abandonarían.

Un día, el viejo padre, ya avanzado en edad, dijo a sus empleados que le construyan un pequeño establo.

Dentro de él, el propio padre preparó una horca y, junto a ella, una placa con algo escrito:

“PARA QUE NUNCA DESPRECIES LAS PALABRAS DE TU PADRE.”

Más tarde, llamó a su hijo, lo llevó al establo, y le dijo:

“Hijo mío, yo ya estoy viejo y, cuando yo me vaya, tú te encargarás de todo lo que es mío…

Y yo sé cual será tu futuro.

Vas a dejar la estancia en manos de los empleados y vas a gastar todo el dinero con tus amigos.

Venderás todos los bienes para sustentarte y, cuando no tengas más nada, tus amigos se apartarán de ti.

Solo entonces te arrepentirás amargamente por no haberme escuchado.

Fue por esto que construí esta horca.”

“Quiero que me prometas que, si sucede lo que yo te dije, te ahorcarás en ella.”

El joven se rió, pensó que era un absurdo, pero, para no contradecir al padre, prometió, pensando que eso jamás podría suceder.

El tiempo pasó, el padre murió, y su hijo se encargó de todo, pero, así como su padre había previsto, el joven gastó todo, vendió los bienes, perdió sus amigos y hasta la propia dignidad.

Desesperado y afligido, comenzó a reflexionar sobre su vida y vio que había sido un tonto.

Se acordó de las palabras de su padre y comenzó a decir:

“Ah, padre mío…

Si yo hubiese escuchado tus consejos… Pero ahora es demasiado tarde.”

Apesadumbrado, el joven levantó la vista y vio el establo. Con pasos lentos, se dirigió hasta allá y entrando, vio la horca y la placa llenas de polvo, y entonces pensó:

“Yo nunca seguí las palabras de mi padre, no pude darle alegría cuando estaba vivo, pero, al menos esta vez, haré su voluntad. Voy a cumplir mi promesa. No me queda nada más…”

Entonces, él subió los escalones, se colocó la cuerda en el cuello, y pensó:

“Ah, si yo tuviese una nueva oportunidad…”

Entonces, se tiró desde lo alto de los escalones y, por un instante, sintió que la cuerda apretaba su garganta…

Era el fin.

Pero el brazo de la horca era hueco. Se quebró fácilmente y el joven cayó al piso.

Sobre él cayeron joyas, esmeraldas, perlas, rubíes, zafiros y brillantes, muchos brillantes.

La horca estaba llena de piedras preciosas y una nota también cayó en medio de ellas.

En ella estaba escrito:

Esta es tu nueva oportunidad.

¡Te amo, hijo!


domingo, 24 de septiembre de 2017

Un ciego con luz



Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida.


La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella.
En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce. 

Se da cuenta de que es Manuel, el ciego del pueblo. Entonces, le dice:
-¿Qué haces Manuel, tú ciego, con una lámpara en la mano?
Si tú no ves...

Entonces, el ciego le responde:

- Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mi...
No solo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella.

Cada uno de nosotros puede alumbrar el camino para uno y para que sea visto por otros, aunque uno aparentemente no lo necesite. 

Alumbrar el camino de los otros no es tarea fácil...Muchas veces en vez de alumbrar oscurecemos mucho más el camino de los demás...¿Cómo? A través del desaliento, la crítica, el egoísmo, el desamor, el odio, el resentimiento...


¡Qué hermoso sería si todos ilumináramos los caminos de los demás!
Sin fijarnos si lo necesitan o no... Llevar luz y no oscuridad...
Si toda la gente encendiera una luz el mundo entero estaría iluminado y brillaría día a día con mayor intensidad... 

Todos pasamos por situaciones difíciles a veces... todos sentimos el peso del dolor en determinados momentos de nuestras vidas... todos sufrimos en algunos momentos... lloramos en otros...

Pero no debemos proyectar nuestro dolor cuando alguien desesperado busca ayuda en nosotros...
No debemos exclamar como es costumbre: -La vida es así... llenos de rencor, llenos de odio...
No debemos...Al contrario: ayudemos a los demás sembrando esperanza en ese corazón herido...
Nuestro dolor es y fue importante pero se minimiza si ayudamos a otros a soportarlo, si ayudamos a otro a sobrellevarlo... luz... demos luz... Tenemos en el alma el motor que enciende cualquier lámpara, la energía que permite iluminar en vez de oscurecer...
Está en nosotros saber usarla...Está en nosotros ser Luz y no permitir que los demás vivan en las tinieblas...


domingo, 10 de septiembre de 2017

Zapatos para estar con Jesús



Sólo faltaban cinco días para la Navidad. Aún no me había atrapado el espíritu de estas fiestas. Los estacionamientos llenos, y dentro de las tiendas, el caos era mayor. No se podía ni caminar por los pasillos. ¿Por qué vine hoy?, me pregunté.

Me dolían los pies lo mismo que mi cabeza. En mi lista estaban los nombres de personas que decían no querer nada, pero yo sabía que si no les compraba algo se resentirían. Llené rápidamente mi carrito con compras de último minuto y me dirigí a las colas de las cajas registradoras. Escogí la más corta, calculé que serían por lo menos 20 minutos de espera.

Frente a mí había dos niños, uno de 10 años y su hermana de 5. Él iba mal vestido con un abrigo raído, zapatos deportivos muy grandes, probablemente 3 tallas más grande. Los jeans le quedaban cortos. Llevaba en sus sucias manos unos cuantos billetes arrugados. Su hermana iba vestida parecido a él, sólo que su pelo estaba enredado. Ella llevaba un par de zapatos de mujer dorados y resplandecientes.

Los villancicos navideños resonaban por toda la tienda y yo podía escuchar a la niñita tararearlos. Al llegar a la caja registradora, la niña le dio los zapatos cuidadosamente a la cajera, como si se tratara de un tesoro. La cajera les entregó el recibo y dijo: son $16.09. El niño puso sus arrugados billetes en el mostrador y empezó a rebuscarse los bolsillos. Finalmente contó $13.12. Bueno, creo que tendremos que devolverlos, volveremos otro día y los compraremos, añadió. Ante esto la niña dibujó un puchero en su rostro y dijo: "Pero a Jesús le hubieran encantado estos zapatos". Volveremos a casa trabajaremos un poco más y regresaremos por ellos. No llores, vamos a volver.

Sin tardar, yo le completé los tres dólares que faltaban a la cajera. Ellos habían estado esperando en la cola durate un buen rato y después de todo, era Navidad. Y en eso un par de bracitos me rodearon con un tierno abrazo y una voz me dijo, muchas gracias señor.

Aproveché la oportunidad para preguntarle qué había querido decir cuando dijo que a Jesús le encantarían esos zapatos. Y la niña, con sus grandes ojos redondos, me respondió:

"Mi mamá está enferma y yéndose al cielo. Mi papá nos dijo que se iría antes de Navidad para estar con Jesús. Mi maestra de catecismo dice que las calles del cielo son de oro reluciente tal como estos zapatos. ¿No se le verá a mi mamá hermosa caminando por esas calles con estos zapatos?"

Mis ojos se inundaron al ver una lágrima bajar por su rostro radiante. Por supuesto que sí, le respondí. Y en silencio, le di gracias a Dios por usar a estos niños para recordarme el verdadero valor de las cosas.


La necesidad de Dios



Me llamaron para visitarlo en su casa. Era un caso distinto a todos los demás. Se llama... no importa el nombre, sí es vital su historia. No es la historia de todos pero sí de muchos. No es fácil mirar al futuro teniendo 23 años y una columna vertebral partida en mil pedazos...

Me llamaron para visitar a un joven que hacía un año había tenido un grave accidente. No salía de su casa y es por ello que yo me acerqué a verlo.

Me esperaba en su sala de estar, una casa espaciosa, con un bien cuidado jardín a la entrada. El silencio que allí reinaba era sepulcral. Nadie hablaba. La luz entraba tenue por entre las cortinas que, entreabiertas, daban la visión de otro jardín, enorme, con árboles y flores, con piscina y una cancha de tenis bien cuidada. En medio de la sala un joven fortachón, pelo largo, ojos apagados, sentado en una silla de ruedas, me miró. Intentó sonreír, pero no pudo.

"Juan -me dijo- ¿para qué mi colegio, mi universidad, mis inicios de postgrado en Inglaterra?¿Para qué mis clases de fútbol, de ajedrez? Nunca me prepararon para caerme de una moto y quedar inválido. Mis padres me decían: "Tenemos un hijo que va a ser nuestro orgullo. Tú serás el continuador de mi imperio y tú serás temido entre mis competidores, porque yo te estoy preparando para ser un triunfador" Tenía todo...me faltaba una moto, también la tuve. La mejor: 750 centímetros cúbicos. ¡Una bala! Tuve la moto y con ello lo creí tener todo...Nunca tuve a Dios. No lo necesitaba. No estaba en mis planes ni en los planes de mi padre. Nuestra ruta era la del triunfo, no quedaba de camino Dios.

Un día había llovido toda la noche. La pista estaba mojada. Yo quise arriesgar y vivir el límite de mis posibilidades, pero la moto rodó por el asfalto y yo me golpeé contra el suelo. Mi columna se partió en cien pedazos. Meses de hospital, recuperaciones, futuro incierto. Nunca me prepararon para esto. Se olvidaron y me olvidé de mi alma. Díselo tú a la gente. A mí no me van a creer. Simplemente descríbeme y mi imagen es la más clara necesidad de Dios.

Para ser un triunfador en la vida, hay que empezar, seguir y terminar en Dios. Sólo así, con un espíritu fortalecido en la fe, podrás sentirte un hombre triunfador.

Quise contarte retazos de un cuadro de la vida. Amigo lector, tú serás ahora quien le dé color, luz e imagen. Las fuerzas están en tus manos. De ellas sacarás la imagen que tú quieras y que, por supuesto, más necesites.

Uno hace una casa para que cuando llueva no nos mojemos. Hacemos una casa para construir un hogar y, cuando llueva, si llegara a llover, tendremos dónde resguardarnos. Uno no tiene a Dios en su alma para cuando tengas un accidente, o tengas un cáncer, o te despidan del trabajo...No. Tienes a Dios para ser feliz y, si te pasa algo, Él te resguarda del peligro.

Gracias por llegar hasta aquí. ¡Que Dios nos bendiga!

El corazón perfecto



Un día un hombre joven se situó en el centro de un poblado y proclamó que él poseía el corazón más hermoso de toda la comarca.

Una gran multitud se congregó a su alrededor y todos admiraron y confirmaron que su corazón era perfecto, pues no se observaban en él ni máculas ni rasguños. Sí, coincidieron todos que era el corazón más hermoso que habían visto. Al verse admirado, el joven se sintió más orgulloso aún, y con mayor fervor aseguró poseer el corazón más hermoso de todo el vasto lugar. De pronto, un anciano se acercó y dijo: ¿Por qué dices eso, si tu corazón no es ni aproximadamente tan hermoso como el mío?

Sorprendidos, la multitud y el joven miraron el corazón del viejo y vieron que, si bien latía vigorosamente, éste estaba cubierto de cicatrices y hasta había zonas donde faltaban trozos y éstos habían sido reemplazados por otros que no encastraban perfectamente en el lugar, pues se veían bordes y aristas irregulares en su derredor. Es más, había lugares con huecos, donde faltaban trozos profundos.

La mirada de la gente se sobrecogió - "¿Cómo puede él decir que su corazón es más hermoso?", pensaron ...

El joven contempló el corazón del anciano y al ver su estado desgarbado, se echó a reír.

"Debes estar bromeando," dijo. "Compara tu corazón con el mío... El mío es perfecto. En cambio el tuyo es un conjunto de cicatrices y dolor.

"Es cierto," dijo el anciano ", tu corazón luce perfecto, pero yo jamás me involucraría contigo... Mira, cada cicatriz representa una persona a la cual entregué todo mi amor. Arranqué trozos de mi corazón para entregárselos a cada uno de aquellos que he amado. Muchos a su vez, me han obsequiado un trozo del suyo, que he colocado en el lugar que quedó abierto. Como las piezas no eran iguales, quedaron los bordes por los cuales me alegro, porque al poseerlos me recuerdan el amor que hemos compartido. "Hubo oportunidades, en las cuales entregué un trozo de mi corazón a alguien, pero esa persona no me ofreció un poco del suyo a cambio. De ahí quedaron los huecos. Dar amor es arriesgar, pero a pesar del dolor que esas heridas me producen al haber quedado abiertas, me recuerdan que los sigo amando y alimentan la esperanza, que algún día -tal vez- regresen y llenen el vacío que han dejado en mi corazón." ¿Comprendes ahora lo que es verdaderamente hermoso?"


El joven permaneció en silencio. Varias lágrimas corrían por sus mejillas. Se acercó al anciano, arrancó un trozo de su hermoso y joven corazón y se lo ofreció. El anciano lo recibió y lo colocó en su corazón, luego a su vez arrancó un trozo del suyo, ya viejo y maltrecho, y con él tapó la herida abierta del joven. La pieza se amoldó, pero no a la perfección. Al no haber sido idénticos los trozos, se notaban los bordes. El joven miró su corazón que ya no era perfecto, pero lucía mucho más hermoso que antes, porque el amor del anciano fluía en su interior.

El Collar de Perlas



Teresa era una linda niña de cinco años de ojos relucientes. Un día mientras ella con su mamá visitaban la tienda, Teresa vio un collar de perlas de plástico que costaba 2.50 dólares. ¡Cuánto deseaba poseerlo! Preguntó a su mamá si se lo compraría, y su mamá le dijo: Hagamos un trato, yo te compraré el collar y cuando lleguemos a casa haremos una lista de tareas que podrás realizar para pagar el collar, ¿está bien? Teresa estuvo de acuerdo, y su mamá le compró el collar de perlas.

Teresa trabajó con tesón todos los días para cumplir con sus tareas. En poco tiempo Teresa canceló su deuda. ¡Teresa amaba sus perlas! Ella las llevaba puestas a todas partes: al kinder, a la cama, y cuando salía con su mamá.

Teresa tenía un padre que la quería muchísimo. Cuando Teresa iba a su cama, él se levantaba de su sillón favorito para leerle su cuento preferido. Una noche, cuando terminó el cuento, le dijo: "Teresa, ¿tú me quieres?", "¡OH!, sí papá". "Entonces, regálame tus perlas," le pidió él. "¡OH, papá! No mis perlas," dijo Teresa. "Pero te doy a Rosita, mi muñeca favorita. ¿La recuerdas?, tú me la regalaste el año pasado para mi cumpleaños. Y te doy su ajuar también, ¿está bien, papá?", "¡OH!, no hijita, está bien, no importa", dándole un beso en la mejilla. "Buenas noches, pequeña".

Una semana después, nuevamente su papá le preguntó al terminar el diario cuento: "Teresa, ¿tú me quieres?", "¡OH, sí papá, ¡tú sabes que te quiero!", le dijo ella. "Entonces regálame tus perlas". "¡OH, papá! No mis perlas; pero te doy a Lazos, mi caballo de juguete. Es mi favorito, su pelo es tan suave y tú puedes jugar con él y hacerle trencitas". "¡OH!, no hijita, está bien," le dijo su papá en la mejilla, "Felices sueños."

Algunos días después, cuando el papá de Teresa entró a su dormitorio para leerle un cuento, Teresa estaba sentada en su cama y le temblaban los labios. "Toma papá" dijo, y estiró su mano. La abrió y en su interior estaba su tan querido collar, el cual entregó a su padre. Con una mano él tomó las perlas de plástico y con la otra extrajo de su bolsillo una cajita de terciopelo azul. Dentro de la cajita había unas hermosas perlas genuinas. Él las había tenido todo este tiempo, esperando que Teresa renunciara a la baratija para poder darle la pieza de valor.

Y así es también con nuestro Padre Celestial. Él está esperando que renunciemos a las cosas sin valor en nuestras vidas para darnos preciosos tesoros. ¿No es bueno el Señor? Esto me hace pensar las cosas a las cuales me aferro y me pregunto: ¿qué es lo que Dios me quiere dar en su lugar?



Y a ti... ¿QUÉ TE DICE el Señor?:

"En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando hagáis oración no habléis mucho, como los paganos, que se imaginan que a fuerza de mucho hablar, serán escuchados. No los imitéis, porque el Padre sabe lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.

Del Evangelio Según San Mateo 6, 7-8

La media Cobija



Don Roque era ya un anciano cuando murió su esposa. Durante largos años había trabajado con ahínco para sacar adelante a su familia.

Su mayor deseo era ver a su hijo convertido en un hombre de bien, respetado por los demás, ya que para lograrlo dedicó su vida y su escasa fortuna.

A los 70 años, Don Roque se encontraba sin fuerzas, sin esperanzas, solo lleno de recuerdos. Esperaba que su hijo, brillante profesional, le ofreciera su apoyo y comprensión, pero veía pasar los días sin que éste apareciera y decidió por primera vez en su vida pedir un favor a su hijo.

Don Roque tocó la puerta de la casa donde vivía su hijo con su familia.

-¡Hola papá! ¡Que milagro que vienes por aquí!
- Ya sabes que no me gusta molestarte, pero me siento muy solo, además estoy cansado y viejo.
- Pues a nosotros, nos da mucho gusto que vengas a visitarnos, ya sabes que esta es tu casa.
- Gracias hijo, sabía que podía contar contigo, pero temía ser un estorbo.
- Entonces ¿no te molestaría que me quedara a vivir con vosotros? ¡Me siento tan solo!
-¿Quedarte a vivir aquí?, sí…..claro……pero no sé si estarías a gusto. Tú sabes, la casa es chica, mi esposa es muy especial…..y luego los niños….
- Mira hijo, si te causo muchas molestias olvídalo, no te preocupes por mí, alguien me tenderá la mano.
- No padre, no es eso, solo que…, no se me ocurre dónde podrías dormir. No puedo sacar a nadie de su cuarto, mis hijos no me lo perdonarían…,¡A no ser que te moleste dormir en el patio!
- Dormir en el patio está bien.
- El hijo de Don Roque llamó a su hijo Luis de 12 años.
- Dime papá.
Mira hijo, tu abuelo se quedará a vivir con nosotros. Tráele una cobija para que se tape en la noche.
- Sí, con gusto…¿y donde va a dormir?
-En el patio, no quiere que nos incomodemos por su culpa.

Luis subió por la cobija, tomó unas tijeras y la cortó en dos. En ese momento llegó su padre.
-¿Que haces Luis?, ¿porque cortas la cobija de tu abuelo?
- Sabes papá, estaba pensando…..
-¿Pensando en qué?
- En guardar la mitad de la manta para cuando tú seas viejo y vayas a vivir a mi casa.


No te pude esperar



Una vez un hombre muy afortunado había conseguido la mejor entrevista de su vida: Iba a entrevistar ni más ni menos que a Dios.


Esa tarde el hombre llegó a su casa dos horas antes, se arregló con sus mejores ropas, lavó su automóvil e inmediatamente salió de su hogar.

Maniobró por la avenida principal rumbo a su cita, pero en el trayecto cayó un chubasco que produjo un embotellamiento de tránsito y quedó parado. El tiempo transcurría, eran las 7:30 y la cita era a las 8:00 p.m.


Repentinamente le tocaron el cristal de la ventanilla y al girarse vio a un chiquillo de unos nueve años ofreciéndole su cajita llena de chicles (goma de mascar). El hombre sacó algún dinero de su bolsillo y cuando lo iba a entregar al niño ya no lo encontró. Miró hacia el suelo y ahí estaba, en medio de un ataque de epilepsia.

El hombre abrió la portezuela e introdujo al niño como pudo al automóvil. Inmediatamente buscó como salir del embotellamiento y lo logró, dirigiéndose al hospital de la Cruz Roja más cercano. Ahí entregó al niño, y después de pedir que lo atendiesen de la mejor forma posible, se disculpó con el doctor y salió corriendo para tratar de llegar a su cita con Dios.

Sin embargo, el hombre llegó 10 minutos tarde y Dios ya no estaba. El hombre se ofendió y le reclamó al cielo: "Dios mío, pero tú te diste cuenta, no llegué a tiempo por el niño, no me pudiste esperar. ¿Qué significan 10 minutos para un ser eterno como tú?".

Desconsolado se quedó sentado en su automóvil; de pronto lo deslumbró una luz y vio en ella la carita del niño a quien auxilió. Vestía el mismo suetercito deshilachado, pero ahora tenía el rostro iluminado de bondad.

El hombre, entonces, escuchó en su interior una voz: - Hijo mío, no te pude esperar... y salí a tu encuentro.

La familia



Tropecé con un extraño que pasaba y le pedí perdón. Él contestó: Discúlpeme por favor; no lo vi. Fuimos muy educados, seguimos nuestro camino, nos despedimos; pero en casa es otra historia al tratar a los nuestros, ancianos o jóvenes.

Más tarde, al estar cocinando, estaba mi hijo muy cerca de mí. Al girarme, casi le pego. "¡Quítate!", le espeté. Él se retiró dolido, sin que yo notara lo duro que le hablé.

Al acostarme Dios me dijo suavemente: "Trataste al extraño cortésmente, pero fuiste brusca con el niño que amas. Ve a la cocina y encontrarás unas flores en el piso, cerca de la puerta. Son las flores que cortó y te trajo. Amarillas, rosas y una azul. Estaba calladito para darte la sorpresa y no viste las lágrimas que llenaron sus ojos." Me sentí miserable y empecé a llorar.

Suavemente me acerqué y me arrodillé junto a su cama y le dije:
"¡Despierta pequeño, despierta!". ¿Son éstas las flores que cortaste para mí? Él sonrió.

-"Las encontré junto al árbol. Las tomé porque son bonitas como tú, en especial la azul."

-"Hijo, siento mucho lo que hice, no te debí gritar".

Él contestó, "Está bien mami. Yo te quiero de todos modos."

-"Yo también te quiero y me gustan las flores, especialmente la azul".

Toma en cuenta que si morimos mañana, en cosa de días la empresa cubre el puesto; pero la familia que dejamos sentirá la pérdida por el resto de su vida. Piensa en ello, nos entregamos más al trabajo que a nuestra familia....¿No crees que es una inversión poco inteligente?.

Ten en cuenta siempre lo que dijo el Papa Francisco sobre la familia: "Tener un lugar a donde ir, se llama Hogar. Tener personas a quienes amar, se llama Familia y tener ambas, se llama Bendición"

El bordado de Dios



Cuando yo era pequeño, mi mamá solía coser mucho. Yo me sentaba cerca de ella y le preguntaba qué estaba haciendo. Ella me respondía que estaba bordando.

Yo observaba el trabajo de mi mamá desde una posición más baja que donde estaba sentada ella, así que siempre me quejaba diciéndole que desde mi punto de vista lo que estaba haciendo me parecía muy confuso.

Ella me sonreía, miraba hacia abajo y gentilmente me decía:

"Hijo, ve afuera a jugar un rato y cuando haya terminado mi bordado te pondré sobre mi regazo y te dejaré verlo desde mi posición" .

Me preguntaba por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y por qué me parecían tan desordenados desde donde yo estaba. Unos minutos más tarde escuchaba la voz de mi mamá diciéndome: "Hijo, ven y siéntate en mi regazo."

Yo lo hacía de inmediato y me sorprendía y emocionaba al ver la hermosa flor o el bello atardecer en el bordado. No podía creerlo; desde abajo se veía tan confuso.

Entonces mi mamá me decía: "Hijo mío, desde abajo se veía confuso y desordenado, pero no te dabas cuenta de que había un plan arriba.

Había un diseño, solo lo estaba siguiendo. Ahora míralo desde mi posición y sabrás lo que estaba haciendo."

Muchas veces a lo largo de los años he mirado al Cielo y he dicho: "Padre, ¿qué estás haciendo?

Él responde: "Estoy bordando tu vida."

Entonces yo le replico: "Pero se ve tan confuso, es un desorden. Los hilos parecen tan oscuros, ¿por qué no son más brillantes?"

El Padre parecía decirme: "Mi niño, ocúpate de tu trabajo y no hagas el mío. Un día te traeré al Cielo y te pondré sobre mi regazo y verás el plan desde mi posición. Entonces entenderás" .